Sobre un motivo de vasta tradición, la imagen del mundo y la vida como teatro en el que cada hombre desempeña su papel, que termina con la muerte para recibir su premio o castigo, se articula este auto sacramental, quizá el más famoso de su autor. Las connotaciones de fugacidad, de inestabilidad y de acabamiento se reflejan de modo inmejorable en la metáfora básica a la que tanta afición muestra el Barroco, lección que revela la dimensión ficticia de las pompas mundanales. La responsabilidad y el libre albedrío son otras fuerzas básicas: una vez repartidos los papeles cada actor es dueño de su actuación y responsable, por tanto, de la misma. La admirable eficacia de la dramaturgia calderoniana sigue apelando a la razón y a la emoción del espectador en esta pieza maestra.weiterlesen